Williard Frank Libby (1908-1980), químico norteamericano y Premio Nobel de Química en 1960, inventó el método de datación de objetos arqueológicos orgánicos del Carbono-14. La aparición de este método poco después de la II Guerra Mundial supuso una auténtica revolución en el mundo de la arqueología,
puesto que, gracias al mismo, fue posible obtener fechas absolutas a
partir de materias orgánicas y de este modo se pudo establecer un cuadro
cronológico fiel de la prehistoria. El objetivo del presente artículo
es explicar de modo sencillo en qué consiste el método de datación por
Carbono 14 y sus posibles aplicaciones.
Si
partimos del origen atómico de todo cuanto existe, materialmente
hablando, debemos saber que cada átomo de la tabla periódica tiene sus
hermanos (llamados isótopos) que se comportan químicamente igual pero
difieren ínfimamente en su masa.
Por
ejemplo, si hablamos del átomo de carbono, se sabe que tiene varias
formas o hermanos (isótopos); el más común es el Carbono 12, que es un
átomo estable.
Su núcleo
tiene 6 neutrones y 6 protones. Tiene hermanos inestables
(radiactivos), entre los que destaca el Carbono 14, que tiene 6 protones
y 8 neutrones -este exceso de neutrones le hace ser inestable, y hará
lo posible para volver a un estado estable.
De todos
los tipos de átomos que existen en la tierra: carbono, nitrógeno,
potasio… un pequeño porcentaje casi despreciable es radiactivo; por
ejemplo, es conocido ampliamente por todos que comer plátanos es bueno
porque tienen mucho potasio, pues bien, un pequeño porcentaje de ese
potasio es radiactivo, y así podríamos poner multitud de casos.
La
atmósfera de la Tierra está formada fundamentalmente por nitrógeno (78%)
y oxígeno (21%). A las capas altas de la atmósfera llegan partículas
altamente energéticas procedentes del Sol (viento solar) y del resto del
universo (rayos cósmicos). Cuando estas partículas altamente
energéticas chocan con el aire se produce, entre otros muchos efectos,
que parte del Nitrógeno 14 -que es el nitrógeno «normal» y que más
abunda en la tierra- se convierta en Carbono 14.
De la
alta atmósfera pueden llegar neutrones altamente acelerados, procedentes
mayoritariamente de los rayos cósmicos. A veces, cuando el neutrón
choca con el núcleo del Nitrógeno 14, desplaza un protón y se queda en
el núcleo. Es decir, el Nitrógeno 14 que tenía 7 protones y 7 neutrones,
se queda con 8 neutrones y 6 protones. Las propiedades químicas de un
elemento las define el número de electrones, que siempre coincide con el
de protones, para que el átomo sea neutro. Por tanto, ese «nitrógeno»
con 2 neutrones de más, se comporta como Carbono. Como el número de
neutrones (8), más el de protones (6) suman 14, se le llama Carbono 14.
El
Carbono 14 químicamente se comporta igual que el Carbono 12 ( 6
neutrones + 6 protones), por tanto es capaz de formar parte de
compuestos como el dióxido de carbono que respiran todos los seres
vivos. Pero es inestable, o dicho de otro modo: es radiactivo, ya que
tiene neutrones en exceso.
Un
elemento radiactivo se desintegra sin intervención de nadie a una
velocidad constante. Esa velocidad se suele medir como período medio de
desintegración, que es el tiempo en el que la mitad de los átomos
existentes se han transformado. Un ejemplo: si tenemos cien átomos de
Carbono 14, la vida media es lo que tardan en desintegrarse 50 átomos.
El Carbono 14 al desintegrarse produce N14. Su vida media es de 5.730
años.
Los seres
vivos respiramos mientras estamos vivos, pero dejamos de hacerlo al
morir. Mientras respiramos, estamos incorporando CO2 a nuestras células,
así pues, recibimos una mezcla de Carbono 14 y Carbono 12 -puesto que
son isótopos o «hermanos» de un mismo elemento, pero en distintas
proporciones, como hemos dicho antes el Carbono 14 o hermano radiactivo
está en un porcentaje muy pequeño-.
Al morir,
el C14 continúa desintegrándose, sin embargo el C12, al ser estable,
permanece igual; por tanto, el cuerpo deja de absorber carbono,
quedándose con el que tenía, pero cada día, por desintegración
radiactiva, va teniendo menos Carbono 14. Midiendo la cantidad de
Carbono 14 que tiene un tejido, y comparándola con la de Carbono 12, se
puede conocer su edad -el tiempo que ha pasado desde que dejó de
absorber carbono-.
Sabiendo,
pues, la diferencia entre la proporción de Carbono 14 que debería
contener un fósil si aún estuviese vivo -semejante a la de la atmósfera
en el momento en el que murió- y la que realmente contiene, se puede
conocer la fecha de su muerte.
El método
no deja de tener limitaciones, ya que las muestras cuya edad se va a
medir pueden contaminarse; por ejemplo, árboles vivos, al borde de una
carretera de mucho tráfico, han sido datados por el Carbono 14 como si
tuvieran una edad de millones de años. ¿Por qué? Porque el humo de los
escapes de los coches les han introducido carbono fósil de muchos
millones de años (los del petróleo), que ha contaminado la muestra.
Hoy en
día nos encontramos ante un debate abierto sobre los límites de este
método, gente a favor y gente diametralmente opuesta
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